lunes, 26 de julio de 2021

SIETE MIL SETECIENTOS MILLONES

En estos días estoy observando un acercamiento de los partidos de izquierda al ecologismo. A mí, como persona de izquierda, me parece bien; salvo que se nota el “sandiismo”; o sea, el ser verde por fuera y rojo de corazón. De este, “disfrazarse de verde” tampoco escapan las derechas: estamos cansado de oír, lo “ecologistas” que son los taurinos, los cazadores o las eléctricas. Pero es cierto que el ecologismo político lo quiere acaparar la izquierda; y  veo en ello, ciertas discrepancias.

Por ejemplo. En teoría; y repito; en teoría, las ideas de izquierda surgen de abajo a arriba; desde los barrios al estado; sin embargo los ecologistas seguimos el principio: “Piensa globalmente, y actúa localmente”; o sea, hay que estudiar y conocer los problemas a nivel planetario, para después aplicarlos localmente; sobre todo porque los grandes problemas medioambientales afectan a todo el planeta. No se trata de un problema laboral que se puede abordar país por país; o de educación o cultura, que se puede abordar, independientemente en cada comunidad autónoma; el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, el agotamiento de los recursos, la desaparición de los ecosistemas naturales, los residuos de todo tipo que lo invaden todo… requieren equipos de trabajo lo más nacional o internacional posible, que lo estudien globalmente; para que luego aplicar las conclusiones, localmente. Las izquierdas no lo hacen así, por desconocimiento, por costumbre o por motivos electorales.

Ya sé, que el Cambio Climático, necesita poco debate; después de 30 años en la opinión pública… ¿pero el resto?

El 3 de junio pasado (2021), asistí a una charla que organizó Podemos, en su sede de Alicante, sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda 20-30.

En mi intervención cuestioné la viabilidad de dicha agenda; pues parece que no es consciente de su imposible aplicación a un planeta con 7.700 millones de personas.

La neurocientífica británica Tali Sharot, en un artículo publicado recientemente exponía, que el cerebro humano es el producto de la evolución natural en base a una selección sobre datos tangibles; no está preparado para “digerir” los grandes números que se utilizan en la actualidad. Así, pensamos que se puede aplicar unos Objetivos de Desarrollo Sostenible a un planeta con 7.700 millones de personas, como si se tratase de un barrio.


Y es que tratar de imaginar a 7.700 millones de personas, en una pradera, es absolutamente imposible; y mucho menos, los recursos que necesitan y los residuos que generan. Para hacernos una idea de lo que significan 7.700.000.000 de personas, imaginemos que queremos acabar con la humanidad, por la vía rápida; tirando una bomba atómica todos los días. Si lo hiciéramos, ¿Cuánto tiempo tardaríamos en acabar con la humanidad? Se trata de una fácil división entre las 7.700 millones de personas y las 100.000, que puede matar una bomba. El resultado es que se tardarían 211¡AÑOS!  O sea que nos tendríamos que dedicar a tirar bombas atómicas, yo, mi hijo, mi nieto, mi bisnieto, mi tataranieto, mi tátara-tataranieto, mi tátara-tatara-tataranieto y mi tátara-tatara-tatara-tataranieto; ocho generaciones tirando bombas atómicas todos los días, incluso en Navidad; ¡toda la historia de los Estados Unidos tirando bombas!

Con la situación de desigualdad social que hay en la actualidad, se requiere un planeta y medio para satisfacer las necesidades humanas. Para cumplir la Agenda 20-30 ¿Cuántos planetas necesitaríamos? ¡Y en nueve años!


Y claro que quiero acabar con la pobreza en el mundo, y el hambre cero y la sanidad universal, y eliminar desigualdades y todo lo que quiere alcanzar esa Agenda; ¡PERO ES QUE EL PLANETA NO PUEDE! ¿Se cree la izquierda, que este planeta tiene recursos infinitos? NO SE PUEDE.

Pero eso no es lo peor; la tasa de crecimiento poblacional de este planeta es de 300.000 personas al día (nacen 500.000, mueren 200.000). Es decir; sería necesario tirar 3 bombas atómicas diarias, para que dejase de crecer la población; para que se quede todo como está. Atender las necesidades 300.000 personas más, cada día, ¿cómo se hace?

Esto lo dije en la sede de Podemos Alicante, el 3 de junio y estoy escribiendo estas líneas, el 3 de julio. Han pasado un mes, el planeta tiene 9.000.000 personas más y los Objetivos de Desarrollo Sostenible no se han movido un milímetro (dejo al lector que calcule cuanto ha crecido la población en el momento que lee esta líneas). La velocidad con que se deteriora el planeta, comparado con la velocidad de las soluciones, es la carrera de un cohete contra un caracol. Nos avocamos a un desastre de dimensiones desconocidas. Vamos a dejar a nuestros hijos un estercolero, un planeta inhabitable. Hemos destrozado el futuro de nuestros descendientes.

Hace unos años, la Directora de la Fundación Biodiversidad decía, en una conferencia, que todos los problemas ecológicos del mundo se reducen a tres: El modelo productivo, la visión cortoplacista de los políticos y la separación del hombre de la Naturaleza.

Nuestro modelo productivo está basado en la creencia de que este planeta tiene recursos infinitos y que puede absorber todos los impactos que la humanidad le pueda provocar. Y aunque la izquierda culpa de este modelo a la derecha; la izquierda comete el mismo error; como he demostrado más arriba.

La visión cortoplacista de los políticos. El interés por tener buenos resultados, en las próximas elecciones, les hacen preocuparse, tan solo por aquellos problemas locales que puedan aumentar el número de votos. Muy distinto al enfoque ecologista y, sobre todo, el de los científicos. En 1896 el científico sueco Svante Arrhenius ya advertía de las consecuencias que para el clima tendría la emisión de CO2 a la atmosfera; ahora empezamos a notar esas consecuencias. Hace diez años, Stephen Emmott, Catedrático y Director de Computación Científica de Microsoft Research Cambrige, organizó un laboratorio con numerosos especialistas, para analizar las consecuencias que podía tener la vida en nuestro planeta, el día que la población mundial alcance los 10.000 millones. El resultado es devastador: el 70% de la vida en la Tierra podría desaparecer, para el 2080; incluida la humana, naturalmente.

Es muy curioso que, hace 2000 años, en Grecia, Roma o China se consultase a astrólogos, oráculos, profetisas o pitonisas para conocer el futuro y tomar medidas, y ahora que tenemos científicos con más y mejores datos para conocer lo que nos viene, no les hacemos el menor caso.

Por último, el tercer factor: la idea de que el hombre NO pertenece a la naturaleza, sino que está sobre ella y no la necesita. Nuestra cultura y tradición judeo-cristiana, apoyada por nuestros éxitos tecnológicos, que se nos han subido a la cabeza, nos siguen haciendo pensar que el hombre es el centro del Universo (antropocentrismo). Y en eso caen hasta los grupos ecologistas más radicales, que siguen pensando que ayudar al medio ambiente es ayudar a la agricultura y la ganadería; que piensan que la mejor forma de combatir los incendios forestales, pasan por recuperar el pastoreo. Olvidan que la agricultura es, desde hace 11.000 años, la principal responsable de la deforestación; que hoy día continúa en la Amazonía o en Indonesia con el aceite de palma. Olvidan que la agricultura agota los nutrientes de la tierra y los acuíferos; además de contaminarlos con nitratos, fosfatos, pesticidas, plaguicidas, herbicidas, etc; es la principal culpable de la pérdida de biodiversidad por culpa se esos mismos biocidas y hasta por la caza directa de fauna; también es la principal causa de los incendios forestales.

Los políticos son los principales antropocentristas. Es normal: los animales no votan.

Ya sé que todo ese destrozo es para alimentar a 7.700 millones de personas (el 36% de los mamíferos del planeta) y para alimentar a los animales de granja que representan el 60% de los mamíferos del planeta; dejando solo un mísero 4% de mamíferos salvajes. De ahí la gravedad de alcanzar los 10.000 millones.

Por si no ha quedado claro, yo no estoy en contra de la agricultura; lo que digo es que; a la hora de llenar la “España vaciada” y los campos abandonados, debemos priorizar el recuperar una diversidad biológica de la que escaseamos, antes que recuperar una agricultura que nos sobra. No tiene sentido deforestar, agotar los nutrientes de la tierra, agotar los acuíferos y destruir la biodiversidad, para luego dejar la cosecha sin recoger, porque no es rentable.

Hay que defender toda vida planetaria a igualdad de condiciones que la vida humana; porque destruirla es cavar un pozo bajo nuestros pies; si fuese posible la vida humana sin biodiversidad, habría humanos en la Luna. No hay más que recordar casos como el de los gorriones de Mao, el nitrato de Chile y tantos otros desastres derivados de anteponer la vida humana sobre lo que nos sustenta.

En resumidas cuentas: “Pensar globalmente y actuar localmente”, organizarse lo más global posible y actuar en nuestro entorno cercano. Y hacerlo ¡YA!.