domingo, 23 de noviembre de 2014

Mozambique 12/07/2013

Viernes 12 (sexta-feira 12)

Me mandó llamar al electricista para cambiar las bombillas de la fachada. Le dije que eso o podía hacer yo.
  • ¿Tu? y si te caes del andamio (las luces están en el techo de la planta superior). ¡Que se suba un negro!
Me compraron una llave para la casa y otra para el aserradero y nos fuimos al aserradero. La vez anterior me sometió a una prueba: un trabajador tenía un problema y me pidió que se lo resolviese. Le pregunté que quería y me dijo en un portugués que me cuesta entender:
  • La antena no tiene pilas
  • ¿Como son? – como veo que no me entiende le digo – Llévame y lo veo
  • ¡No me digas que no puedes resolver este problema – interrumpe Ana – ¡Como voy a confiar en tí si un problema tan sencillo como este no sabes resolverlo.
  • Esperate que vaya a verlo
  • Si es que no hace falta, está muy claro.
Al final resulto que lo de “la antena no tiene pilas” era más bien “A lanterna sem pilhan”; o sea que lo que no tenía pilas era la linterna. Pero bueno, si ella me hubiese dejado ir al sitio hubiese descubierto que lo que la antena que yo creía se trataba de una linterna (es un error típico del que no conoce el idioma, pero que se resuelve con gestos). De todas formas si no la linterna no puedo saber que tipo de pilas necesita.

Ana me proporcionó las pinas necesarias y me pidió que antes de dárselas al trabajador, firmase sobre ellas para asegurarse que no las roban (¡!).

Pero volvamos al día 12. Me volvió a enseñar el aserradero y las posibilidades que tenía.

El cuadro eléctrico que controla toda la maquinaria era de madera y tenía todos los mecanismos enterrados en serrín compactado.
  • Ana ¿has visto como está esto? - le digo - si salta una chispa todo esto se pone a arder y te quedas sin aserradero.
  • Déjate eso. Lo primero que tienes que hacer es clasificar los pneus (ruedas de repuesto) de los vehículos, en el almacén que te voy a enseñar.
¡Que obsesión con sus pneus! tiene como para poner una central de recambios.


Poco antes de irnos de allí me da unas fundas de gafa que me guardo en el bolsillo. Uno de los carpinteros dice que necesita una sierra (estaban cortando madera para hacer la reja que rodeará la casa donde vivimos). Nos dirigimos a una de las oficinas y se me queda mirando, como no reacciono me dice
  • Abre
  • No tengo la llave
  • ¿Como que no? te la acabo de dar.
  • ¿A mi?. Lo único que me has dado ha sido esta funda de gafas.
  • ¡Eso son las llaves!, están dentro. ¡No he visto un tío más inútil que tú!.
  • ¿Pero como voy a saber que dentro de una funda de gafas hay llaves? y no me voy a poner a registrar las cosas que me das.
Menos mal que no hubo bronca.

Como veis, a partir de mi decisión de volver a Alicante, se ha calmado mucho la cosa. Y no solo con migo. Ayer hubo un principio de bronca con la buenaza de Fátima, la cocinera, por guardar las patatas mojadas; pero cortó rápido y le pidió disculpas.

En fin, media hora para coger la sierra porque tiene llaves de departementos de la serrería, de cada una de las oficinas que hay en cada apartamento, de cara armario que hay en cada oficina, de cada cajón que hay en cada armario y de cada caja que hay en cada cajón de cada armario. A ella no le roba ni Hudini.

En la casa, tenía que instalar el Wifi, para que llegue a todos los lugares de la misma. Los técnicos nos habían dicho que necesitaban colocar un enchufe en el descansillo de la escalera; por ello. Ana me pidió que llamara al electricista y que viniera lo antes posible para que le de tiempo a que los técnicos a instalar el Wifi.


A las 15:30 aproximadamente, llegó y le indicamos el trabajo. Necesitaba una “tomada” (enchufe) de superficie, unos 7 metros de cable y unas grapas para fijar a la pared. Primer paso, ir al cajón de los restos de la demolición a ver si había algo aprovechable. No lo había y por lo tanto, hay que comprarlo. Como no se fía de encargárselo al electricista (que le va a cobrar 100 meticales (2.5 euros)) decide llamar a un motorista (conductor) para que nos lleve con su camión, a los tres, a comprar el material y de paso traer al técnico del Wifi.


Vamos Amado (el chofer) el electricista y yo a comprar el material. Yo lo pago y pido la factura pero me niego a regatear. Después nos vamos a por el técnico y hay un problema: está lloviendo y en la cabina del camión (un camión pequeño) solo caben tres y la parte de carga está al descubierto. ¿Quien va en la parte de atrás?. Yo me ofrezco pero los otros se niegan; están acostumbrados a que sean los negros los que vayan detrás. Les pregunto si hay algún problema con la policía si vamos los 4 delante y me dicen que no. Allá vamos achuchándonos un poco.

Llegamos a la casa y el técnico se pone a medir hasta donde va la señal para localizar el sitio correcto; mientras, el electricista espera. Son las 6, anochece y el electricista aún no ha podido comenzar. Ana le pregunta donde vive, si va en bicicleta y si esta tiene faro. No tiene faro y vive en la quinta puñeta; así que lo manda para su casa y me acusa a mí de falta de sensibilidad con los locales por no preocuparme por si tiene bicicleta con luces. ¡Pero si ha sido ella la que lo ha llamado y lo retiene hasta ver lo que dice el del Wifi. Este, por fin, se decide por un sitio y quedamos con electricista para que vuelva la mañana siguiente a hacer la instalación. Lo ha tenido toda la tarde y lo tendrá toda la mañana del sábado por 2.5 euros.

Antes de todo esto, el joven Victorino, como trabaja en el exterior de la casa y está lloviendo, me pide uno de los impermeables amarillos que tenemos para el personal (comprado en "as chinas"). Ana accede a dejárselo pero me manda que escriba en la espada, con rotulador y letra grande el nombre de Victorino. Y que lo devuelva antes de irse a casa. Obedezco en todo menos en lo último; como sigue lloviendo le dejo que se vaya a casa con el impermeable; y porque no teníamos botas de agua porque a la que tanto le preocupa que el electricista vuelva de noche en bici y sin luz, no le preocupa que Victorino vaya descalzo incluso los días de lluvia.

Mozambique 11/07/2013

Me levanté con la tranquilidad que me da el saber que vuelvo a casa. Salí al exterior y saludé a los guardias de seguridad a los Victorinos (cuando tienen las manos mojadas te ofrecen el brazo; pero que porras a mi no me importa estrechar una mano mojada) y a Amado que le había tocado lavar el coche (siempre que está parado el coche hay un africano sacándole brillo todo el día)

Ana me llamó y hablamos largo y tendido sobre mi deseo de marchar. Ella reconoció que se excedía con sus gritos; que se comprometía a serenarse más si yo me comprometía a no ser tan exageradamente respetuoso y no me pasase el día justificándome (¡y me lo dice ella que no para de justificarse después de sus ataques de cólera!). En sus palabras hay una mezcla de reconocimiento de sus excesos aunque no quiera verbalizarlos y la preocupación por perder una inversión (aunque yo le repito que le devuelvo el dinero del viaje). Quedamos en probar hasta primero de agosto. Por cierto que se comprometió a mirar lo del cambio de fecha de los billetes de vuelta y aún no lo ha hecho; lo haré yo.

Esa día me dejó tranquilo. Se fue de compras con Amado y yo me quedé a atender al Sr Pita y a un electricista que tenía que venir. Como siempre, mi trabajo consiste en mirar como los demás trabajan (controlarles); cosa que me da apuro y cuando puedo me escapo para hacer algo en el ordenador.

El Sr Pita no vino, prefirió perder el dinero de los 3 días de trabajo con tal de no aguantar a la bruja.

Al finalizar la tarde nos reunimos para ver lo que se había hecho. Esta vez fue Amado al que se le olvidó recordarle cosas; pero en vez de meterle la bronca se puso a corregirle de manera suave. Una demostración de su esfuerzo por cambiar. Veremos cuanto le dura.

Decidió que al día siguiente iríamos al aserrasade (aserradero) a coger 4 sillas, no quería ver a los trabajadores comer en el suelo del patio trasero (como llevan haciéndolo años mientras la señora come en su gabinete). ¡Ya era hora!. Y luego se queja de estar sola. Tiene a Fátima, Victorino, Amado y Victorino pequeno y nunca se le ha ocurrido comer juntos o ver juntos la tele. Ahora quiere comprarse un proyector para ver películas de Internet proyectadas en la pared, Y las verá sola. (En la foto, la cocina comedor de los trabajadores).

Mozambique 10/07/2013

A pesar de que, se supone, es un día de descanso. Me despierto al amanecer y mirando desde mi tienda veo a Ana desayunando. Conociéndola y por la cuenta que me tiene, me tengo que levantar volao e ir a acompañarla.

Aprovecho que la situación es relajada para “ducharme” y lavar mis calcetines. Pero ¿donde lavo los calcetines? ¿tendré otra movida como la de las sardinas?. Pido ayuda a Marco; este se ofrece a lavármelos.
  • No, gracias Marco, mis calcetines me los lavo yo.
Me indica donde lavarlos y me proporciona agua y jabón, de nuevo hace el intento de ponerse a lavarlos y dándole un manotazo en las manos le digo
  • ¿Estas loco? ¡te vas a envenenar!.
Se ríe y mientras lavo, veo que le cuenta lo ocurrido a Baptista, un anciano que, como todos los demás africanos, me mira con cara de decir “otro blanco cabrón”. A partir de entonces, ambos se muestran más amables.

Nos vamos al poblado donde tenemos problemas. Tenemos que hablar con (no recuerdo su nombre) un miembro de su comité al que Ana metió en la cárcel pero que “una funcionaria corrupta lo sacó”, según su versión; pero me temo que lo sacaron por ser inocente. Ana es una denunciadora profesional; lo denuncia todo. Aquí, frente a su casa, ha denunciado a los pescadores, porque secan el pescado al sol y huele mal; a los que cogen arena, al edificio de al lado que ha conseguido paralizar, etc; tiene un archivo de denuncias muy grande que quiere trasladar a un sótano que ha descubierto en la casa y que tiene entrada secreta por la cocina. Con tanta denuncia no me extraña que tenga tantos enemigos.

La conversación es muy tensa. Ana le acusa de estar detrás de los incendios y lo amenaza con llevarlo a la cárcel de nuevo. El lugareño escucha pacientemente pero en vez de hacerlo con temor como hace todo el que tiene que aguantar los chaparrones y sermones de Ana, este la mira desafiante, esboza una sonrisa irónica a la vez que la mira con altivez. Eso me inspira una idea que me puede ayudar a volver a Beira.

Al terminar, mientras volvemos al coche, Ana me comenta.
  • A este lo meto en la cárcel otra vez. ¿Crees que he hecho bien en recordarle que está fichado y ahora será más fácil encarcelarlo?
  •  Yo no soy experto en lenguaje corporal pero la chulería de su postura, su mirada desafiante y demás, diría que este te la tiene guardada.
  • No importa lo meto en la cárcel otra vez.
  • No creo que esto le importe tampoco a él, se siente seguro con la funcionaria corrupta que le ha sacado; si lo ha hecho una vez lo puede hacer de nuevo.
  • Desde luego la que está detrás de estos incendios es esa funcionaria que quiere mis terrenos; pero no les tengo miedo. Aunque en la situación actual, desde cualquier lado me pueden pegar un tiro.
Nos marchamos en dirección a la zona de corte y en su mirada leo que está preocupada.

Al llegar vemos que ha llegado el camión que le va a llevar a los chinos la madera que nos han comprado.
  • Este camión está poco cargado – le dice Ana al conductor
  • Son 20 toneladas de madera, estamos en el límite que soporta el camión – le responde el motorista (conductor)
  • Pues a mi el alquiler del camión me resulta muy caro para la poca carga que lleva, no me es rentable. Bájenlo todo y vuélvanlo a cargar mejor con 25 toneladas.
El conductor llama a su jefe y este le pide que le pase el teléfono a Ana. Discuten y al final acuerdan llevar 23 toneladas. De paso, el camionero le comenta que las fuerzas del FRELIMO han asaltado dos coches, en Gorongosa, para robarles el dinero. Ana entre en pánico.
  • Paco, las conversaciones del FRELIMO con la RENAMO no llegan a nada y ya han empezado a asaltar coches. Tenemos que largarnos ¡YA!. Mi coche parece militar ¿crees que deberíamos cambiar el color de la lona?
  • Ana, no han asaltado coches militares; si no a coches de personas con dinero (como tú) para robarles – ¡Me voy para Beire!, pienso, la cosa esta funcionando.
  • La cosa está fea y el individuo que hemos hablado esta mañana es del FRELIMO. Pago a este trabajador que me queda, doy instrucciones a Jose Bernardo, nos vamos al campamento para recoger nuestras cosas y volvemos volados a Beire; tenemos que llegar antes de que anochezca porque nuestras vidas están en peligro y tenemos que pasar por Gorongosa y algunos otros puntos críticos.
Y así lo hicimos. Pasamos por el puesto de la policía en Nhamapassa y esta nos dice que está todo tranquilo. Llegamos a Gorongosa, lugar del asalto; nos paramos a comer en la Casa Azul (pintada de verde) y preguntamos a los locales; nos dicen que la situación está tranquila.

Antes de salir de esta ciudad, Ana me sugiere comprar unas patatas en el mercado y que las pague del dinero que me ha adelantado; “ya está bien de que viva a su costa”.

Seguimos recorrido y nos encontramos con la carretera levantada, kilómetros y kilómetros. Se nos hace de noche y el pánico invade a Ana. Todo lo agresiva que es conduciendo de día es temerosa conduciendo de noche. Los baches, los camiones que deslumbran, los negros que no se les ve y las bicicletas se te cruzan cuando sortean los baches, etc. La media es de 30 Km/h y en muchas ocasiones se para cuando vienen camiones de frente. Su nerviosismo es tal que me pregunta si puedo yo llevar el coche. Me niego; lo único que faltaba es que lo coja y me chille todo el trayecto porque todo lo hago mal.

Nos cruzamos con algunos camiones de tropas.

Nos paran dos soldados del FRELIMO, nos preguntan como están las cosas por el territorio de la RENAMO, “Todo tranquilo”, le respondemos y nos piden que les llevemos unos kilómetros. Lo hacemos. Al llegar se despiden educadamente y Ana les pide que tengan cuidado con los kalashnikov.

Por fin llegamos a Beira. Si en el viaje de ida tardamos 5 horas, en el de vuelta tardamos 9; pero como todo el mundo decía, no había porqué preocuparse, todo está tranquilo pero yo conseguí meterle miedo para que volviéramos a Beira. Ahora solo faltaba otra bronca para tener el pretexto perfecto para volver a España. Y tardó mucho menos de lo esperado. Nada más entrar por la puerta de la casa.

Pillamos a los guardias de seguridad dormidos. Bronca monumental que les cayó.

Le pregunté donde dejaba la carga que llevábamos detrás (4 motosierras averiadas, caja, neveras, etc) y me dió una mediana bronca “por que esa no era la pregunta pertinente”. Entonces volví a preguntar. ¿Donde está la llave del garaje?. Sermón y me dice que descargue dentro de la casa; pero que no coja ni un bulto, que desarguen los negros y me acostumbre a dar órdenes.

Como siempre mi trabajo es vigilar el trabajo de los demás; no obstante yo descargo las cosas más delicadas que están en la cabina (documentos, agenda y teléfono de Ana, mi equipaje, ect) mientras veo que ella sube al piso superior, supongo que para descansar. Mientras, los guardas descargan la trasera del Land Cruiser. Tengo que cerrar el coche y veo las llaves en la puerta de la casa. Las cojo y me dirijo a cerrar el coche.
  • ¿DONDE ESTÁN LAS LLAVES? – Grita Ana desde la puerta.
  • Las tengo yo – les respondo – las he cogido para cerrar el coche.
Se dirige al coche y ve que iba a cerrarlo dejando dentro 2 pilas, dos impermeables sin estrenar que siempre están en el mismo sitio y la tapa trasera de una linterna.
  • ¡IBAS A CERRAR DEJÁNDOTE ESTO DENTRO!, ¡ESTOY HARTA DE SER TU SECRETARIA!, SI TU ESTAS CANSADO YO LO ESTOY MÁS...etc, etc.
Fuera de sí arroja las llaves violentamente al interior de la casa y aguanto estoicamente un cuarto de hora de bronca. Al "terminar" me pregunta.
  • ¿Y QUE PIENSAS HACER?
  • Yo te agradecería que me dejases dormir en casa esta noche y mañana por la mañana me vuelvo a España. (No pierdo la compostura; ¿porqué habría de hacerlo?. La cosa me ha ido de maravilla. Anoche me mandaba a comer con "los negros" y 24 horas más tarde ya le estaba pidiendo volver a España. La muy gilipollas ha caído en la trampa, me ha dado lo que necesitaba para volver. Tengo la sartén por el mango; no me puede perjudicar. El máximo daño que puede hacerme es devolverme a España y con ello me hace un tremendo favor).
Entones baja el tono de la voz y empezó a explicarme lo de siempre: estamos en la trinchera, hay que espabilar, esto es África, etc, etc.

Yo le dije que no estaba cansado en absoluto, que estaba dispuesto a descargar sin ayuda alguna y si no lo he hecho es porque ella me ha dicho que de ordenes, que he descargado lo importante de la cabina y que, efectivamente iba a cerrar el coche con esas cosas dentro porque no he considerado que era necesario sacarlas; todos tenemos cosas que dejamos en el coche; pero que lo tenía controlado y si hubiese necesitado la tapa de la linterna se la hubiese dado. Añadí que el único problema lo tenía con ella que sobredimensionaba los errores más mínimos, como no aprovecharme que ella duerme para chatear con mi familia, mancharme los dedos de sardina al abrir una lata o dejarme la tapa de una linterna en un coche cerrado. ¿Que pasará cuando cometa un error que ocasione un perjuicio real a la empresa?.

Siguió con sus consejos sin admitir su característica cólera (que me confesó los primeros días que había heredado de su padre).

En fin, que como me vio dispuesto a irme, me dijo que no era tan fácil, y que volviéramos a hablarlo por la mañana.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Mozambique 9/07/2013

Aunque con un año de retraso y por capítulos voy a contar mi experiencia en Beira (Mozambique).


Empieza la mañana del día 9. Ana me insta a que me encargue de la “logistica” y me pongo a ello. Le digo a Marco que ponga en el “colman” (la nevera portátil) lo mismo de siempre: 2 platos, dos cubiertos, dos vasos, dos panecillos, un tomate, una “cebola”, agua, dos mandarinas y como no hay dos latas de atún, que ponga una de atún y otra de sardina. Para cenar, patatas hervidas con salsa de tomate y "cebolas", como solo queda un muslo de pollo, que se lo ase a Dona Ana y yo tomaré otra lata de sardinas.

Cargamos el colman en el Land Cruiser y nos vamos al aserradero. Allí hemos quedado con los miembros del Comité de Maneto que nos esperan en la puerta junto a unas 50 personas que buscan trabajo. Primero nos dirigimos a estos diciéndoles que no hay trabajo por culpa de las quemas (la gente del entorno odia a esta empresa y se dedican a quemar la madera que corta) pero que pueden volver a primeros de agosto a ver si hay algo.

La comisión la forman cuatro personas del poblado. Teníamos que negociar que aceptasen el hotel y el mercadillo de artesanía que ya habíamos hablado con el Régulo Meta. Pero la comisión no le seducía el proyecto; preferían colegio como los poblados vecinos. Se les ofreció otra alternativa: regalarles cemento y unos moldes para que ellos fabriquen los bloques y construyan el colegio; además con esos moldes y más cemento podrían construirse una sede y casas; Tampoco les agradó la idea; si la ley obliga a hacer un colegio cada año y Euromoz ha hecho un colegio en dos pueblos vecinos ¿porqué Maneto iba a ser menos?. Esto hizo entrar en cólera a Ana, culpandoles de no preocuparse de la educación de sus hijos.

  • Un verdadero padre hace lo que sea por sus hijos y si tiene que ser él el que construya el colegio, lo construye.
Ante esta situación la comisión respondió que lo discutirían y en quinta-feira (jueves) a las nueve, le responderían.

Uno de los miembros de la comisión es el hijo del Régulo a la que Ana estaba dispuesta a contratar para tener otro a su favor en estas negociaciones; pero aún se interesó más al decirle que sabía de un bosque donde había cuinite (ébano, especie protegida por el Convenio CITES). Los ojos le hacía chirivías y no se lo creía. Le ofreció una moto para rastrear la zona; pero al decirle que él ya tenía una, pero sin gasolina, inmediatamente le regaló 5 litros. (En la foto, escultura de ébano en casa de Ana)

Una vez terminada la reunión se cargó con 40 litros de gasolina el Land Cruiser y junto al “elegante” Selemane, el cubicador Jose Bernardo y un explorador nos fuimos a averiguar de donde corta los árboles los vecinos de Inchope Madeira (recordad que el la noche anterior habíamos visto un camión cargado de tronco de las inmediaciones).

Llevamos en la parte delantera del Land Cruiser al explorador para que nos indicara por donde iban las huellas del camión y las seguimos; bueno, de aquella manera; porque cuando el explorador decía que las huellas iban por la derecha, Ana decía que no tenía ni puta idea y se iba por la izquierda. Así llegamos hasta los límites de la concesión.

A poco de empezar nos topamos de lleno con un incendio provocado por los locales que queman los troncos cortados por Euromoz para forzar el que se vayan (ver fotos).

Después de conseguir mitigar el fuego a base de sacudir a las llamas con ramas (bueno, dejamos algo de fuego que se alejaba de los troncos), continuamos el camino.

Debería de existir una “picada” (pista forestal) que delimitara la concesión; o sea, sirviera de frontera entre la concesión de Euromoz y la de Inchope Madeiras, pero el timpo y la falta de mantenimiento había hecho que creciera el bosque y la tapara. Afortunadamente llevábamos un GPS y solo teníamos que seguir el paralelo 18; lo que estaba al norte de este paralelo es de Inchope y lo que está al sur, de Euromoz, El problema es que la desaparición de la pista forestal limítrofe (paralelo 18) hacía imposible seguir en coche; así que seguimos más al norte metiéndonos por una picada de la competencia e inspeccionando todas las entradas que se dirigían al sur y ver con el GPS que no entraban en territorio de Euromoz. Así estuvimos hasta el anochecer; sin pararnos ni a comer lo que traíamos en el “colman” (nevera). Resultado: no le roban ninguna madera, son histerias de ella.

A la vuelta, los faros del coche alumbran a un conejo que se había quedado deslumbrado en medio de la carretera (¡por fin veo un animal en la selva de Mozambique!)
  • Ana, cuidado con el conejo.
  • ¡Esta noche cenamos conejo! – gritó mientras aceleraba.
¿A donde irá la loca esta?, pensé yo. Si el Land Cruiser con sus 3 toneladas pasa por encima del conejo ¿que coño va a comer?. Afortunadamente lo vi zafarse y salir del camino. No obstante, desconfiando, como siempre de mi opinión, frenó y junto a sus trabajadores portando linternas revisaron el tramo recorrido por si lo había conseguido.

Llegado al campamento, dimos orden a Marco que pusiera la cena ya, pues no habíamos comido. Nos repartimos las patatas cocidas y la salsa de tomate, le puso el pollo a ella y la lata de sardinas para mí. Cuando me dispuse a tirar de la anilla de la lata escucho un grito de Ana.
  • ¡SARDINAS! ¡TE HAS MANCHADO LOS DEDOS! – gritaba con los ojos fuera de las órbitas.
Fui a dejar la lata en la mesa y
  • ¡EL MANTEL!
Lo fui a dejar dentro de mi plato y
  • ¡EL PLATO!
Opté por devolverle la lata a Marco y cuando me di la vuelta Ana me esperaba con una jarra de agua en la mano y una pastilla de jabón para que me lavara al chorro de agua, no fuera ser que dejase olor de sardinas en la palangana del lavabo. Me lavé las manos muy bien y, de paso, el jabón; no obstante ella se llevó el jabón a la nariz para comprobar que no olía a sardinas.
  • ¡YO NO ESTOY ACOSTUMBRADA A COMER CON GUARROS! – me gritó – ¡A PARTIR DE MAÑANA COMES CON LOS NEGROS!
Aquellas palabras me indignaron mucho; y no por comer con los negros; que lo prefiero antes de estar con esa loca y, en definitiva a eso vine a África; lo que me indignó es que me dijese “comes con los negros” como el que dice “comes con los cerdos”.

Si no fuera porque estaba a 350 Km de Beira, no tenía coche ni dinero, en ese momento me largo a mi casa.

Aguanté con cara de palo lo que quedó de jornada. Ella, una vez más sosegada, justificó (no se disculpó ya que no sabe lo que es eso) su actitud diciendo que no soporta el olor a sardinas. Antes de irnos a dormir me dijo que estaba muy cansada por todo lo que habíamos andado por el "mato" (bosque) así que al día siguiente nos levantaríamos más tarde y nos lo tomaríamos con más calma.

Mozambique 8/07/2013

Aunque con un año de retraso y por capítulos voy a contar mi experiencia en Beira (Mozambique).



Nos levantamos, como siempre, a las 5:30. Aquí amanece a las 6 de la mañana y anochece a las 6 de la tarde.

A las 6 desayunamos.

  • Paco, ¿como lleva tu mujer lo de esta separación?.
  •  Mal, ella no quería que viniera; dice que no merece la pena por 300 euros. Separar una familia que llevamos 30 años juntos por esa cantidad... Y la verdad es que podemos mantenernos con los 400 de cada uno, pero se van acumulando las averías que no podemos afrontar y necesitamos un respiro. Por cierto que hoy, precisamente, es su cumpleaños y mañana el de mi madre.
  • ¿Te has planteado engañarla... con alguna negrita de por aquí?
  • Ana, yo ya no tengo edad para líos de faldas (si esa pregunta va con segundas, la llevas clara; porque me das un asco que no soporto) (me temo que no voy a durar mucho en este plan. No hace más que hablarme de su soledad; que lo que peor lleva son las Navidades solitarias. No se habla con su madre, el exmarido la odia, el hijo le llama cada seis meses, su hermano no le habla y aunque fue a la Gomera para reconciliarse, el trato es muy frio, etc ¿no será que lo que quiere es comprarse un novio?)
Termina el desayuno y nos vamos a hablar con el Régulo Meta (el jefe de la tribu que hay a la entrada de su concesión). Ella ya ha hecho dos escuelas forzada por el Gobierno y las poblaciones locales y quiere negociar con este régulo una alternativa al colegio.

El Régulo, un africano orondo y risueño, vestido a la manera occidental, pero con ropa de segunda mano y sin zapatos, nos recibe amable. Tiene 5 esposas y 28 hijos que corretean por su casa (formada por un conjunto de cabañas a la manera Africana).

Ana le explica que no puede hacer el colegio y le propone hacer un hotelito para viajeros y un mercadillo de artesanía local. Los beneficios se los podrían repartir al 50%. Al régulo le parece bien pero le pide, además que contrate a su hijo. Ella asiente y se despide dándole unos cuantos billetes de manera disimulada. ¡Testigo del primer soborno de mi vida!. Hay un problema: convencer a la Comisión local; pero ya tenemos comprado al régulo. Mientras nos alejamos Ana dice que le ha dijo el 50% pero cuando esté hecho, le pasará el 30% y ella se quedar´con el 70%

Vamos a la base de Dampa a pagar el sueldo del mes anterior, hacer algunas contrataciones y repartir la ropa de trabajo.

El sueldo va de unos 100 a 200 euros al mes; además se les da comida y algo de ropa. El horario, ni se menciona pero se da por sentado que se come y se duerme en la empresa y se visita a la familia cada dos fines de semana.

La comida que se les da es un saco de harina de maíz con el que hacen una especie de puré denso. Si quieren carne la deben de cazar en el bosque; generalmente son unos roedores que aquí llaman ratas. Yo he visto asar uno y es parecido a un perrito de las praderas o a un suricata.

La ropa consiste en una camiseta nueva, un mono y un par de botas compradas en “las Calamidades” (la organización “Humana” tiene repartidas por toda Europa contenedores donde recogen ropa usada; la traen aquí, las clasifican en grandes naves industriales y las reparten por los pueblos para la venta).

Después de las pagas y las contrataciones, Ana reparte camisetas. Amarillas para los trabajadores de siempre, verdes para los que vuelven a la empresa y azules para los nuevos (el rojo está prohibido porque trae mala suerte). El ser fiel a al empresa tiene gratificación; así que los de las camisetas verdes lo tienen más crudo.

No se reparten los monos de trabajo no se porqué y las botas no se compraron porque el almacén de las Calamidades no preparó los sacos (se venden por kilos y Ana se hace pasar por una ONG para tener precios más ventajosos)
  • Ese es Selemene – me dice Ana – es nuestro fiscal.
Aquí llaman fiscal a lo que en España llamamos inspector. Su trabajo es enterarse de donde hay árboles maderables y cualquier otra cosa que pueda ser de interés a la empresa (una especie de espía).
  • ¿Ves lo elegante que está?. Seguro que lo han comprado para traicionarme. Hay que tener cuidado con Selemane.
¿Selemane elegante? ¡pobre hombre!. Alto y delgado con una botas de ir al monte, de 5ª mano, pantalones de tela rajados de la rodilla al tobillo. la camiseta de la empresa y una cazadora roja que le está demasiado grande. (En la foto se le puede ver al lado de Ana y con una rama en la mano).

Lo llevamos en la parte de atrás del Land Cruiser junto a otros trabajadores, a la zona de corte.

Antes de entrar vemos salir por "picada" (pista forestal de uso común) lindante con nuestra zona de corte, a un camión cargado de troncos de madera.

  • ¡Mi madera! - Grita Ana mientras conduce el Land Cruiser para entrar en su picada – ¡Inchope Madeira me está robando la madera! (Inchope Madeira es la empresa vecina de Euromoz) – ¡Lo sabía!, seguro que Selemane nos ha traicionado.
Para el vehículo y se dirige a hablar con Selemane que está en la parte de atrás. Le pega una bronca descomunal y le acusa de traición a la empresa. Él le explica que esa salida es la única que tiene Inchope ya que sus tierras no dan a la carretera nacional y que la madera es de ellos. Ella le dice que mañana sin falta inspeccionará la zona y demostrará que la madera es de ella.

Ya tenemos trabajo para el día siguiente.

Mozambique 7/07/2013

Aunque con un año de retraso y por capítulos voy a contar mi experiencia en Beira (Mozambique).




El día 7 fue tranquilo, nos levantamos y desayunamos en el campamento. Nos dirigimos a la zona de corte y me quedé a vigilar al Sr Pita mientras reparaba las motosierras. Ana se fue por otro lado a ver unos troncos que la comunidad le había quemado (la comunidad local no la soporta y quema sus troncos para que se vaya)

Mi trabajo era el de vigilar al Sr Pita para que este no de el cambiazo a las piezas de las motosierras, poniendo viejas por las nuevas para luego vender estas. Ana sospecha de todo el mundo. Cada trabajador tiene otro que le vigila y aún así sospecha que ambos se han confabulado para robarla.

El trabajo del Sr Pita fue lento; no ve bien pues está mayor y no puede comprarse gafas. Además esta “empresa” tiene unas herramientas de mierda; yo no las he visto peor ni en las casas de segunda mano de Alicante. Por un momento pensé que se había apuñalado con un destornillador: intentaba apretar un tornillo pequeño con el pico de un destornillador muy grande, se le fue y casi se lo clava. El estilo de trabajo del Sr Pita era el típico de estos países: como no hay piezas de repuesto, se las ingenian con una cuerda, doblando un hierro, etc; y eso no lo quiere Ana; ella prefiere que se identifique la pieza rota e ir a comprar una nueva.

No estando Ana, se arregló sin problemas la primera motosierra; pero llegó para la segunda y empezó con sus observaciones (ella es más lista que nadie)
  • Este carreto está bien
  •  No Sra,está desgastado – Le replica el Sr Pita
  • ¡Estoy cansada de ver carretos y este está nuevo!
  • Está desgastado, Sra.
  • A ver. Saca el carreto de esa otra motosierra y comparemos.
  • Aquí lo tiene. ¿Ve que el desgaste entre los dos discos?
  • A si, es verdad, está gastado.
Así incordiando sin parar al pobre hombre y sin dejarlo trabajar.
  • Llevamos media mañana y solo ha reparado una motosierra
  •  Ana – le digo – lo estás agobiando con preguntas que le distraen del trabajo. Él es el técnico, déjale trabajar.
Se marchó y nos dejó el resto del día. Por la tarde, mientras volvíamos al campamento me decía que estaba más tranquila al ver que no le habían robado las piezas de las motosierras y teníamos un listado de piezas para comprar en Beire. Las motosierras averiadas nos las llevábamos para allá para arreglarlas en cuanto tuviesemos las piezas. Aún así, faltaban dos motosierras.
  • Me las ha robado Vitorino, seguro.

El pobre Vitorino cargando con las culpas de quien ve ladrones y espías por todos lados

Ya en el campamento y tras la cena, me dio la barrila con lo hermosas que estaban las estrellas, y lo romántico que era el campamento con sus lámparas de petróleo encendidas. Se empeñó en enseñarme la Cruz del Sur (ya sabéis que las estrellas en este hemisferio son diferentes a las del hemisferio norte).

Y hablando de las lámparas de petróleo, le pidió a los trabajadores que pusieran más combustible y cambiaran las mechas. Las mechas que tenían eran más anchas decidió cortarlas por la mitad a lo largo.
  • Paco, - me dice - a los africanos no les enseñan en el colegio a utilizar las tijeras; así que no saben cortar – me decía mientras cortaba una tira de la mecha que un mozabicano le sostenía
  • Verás como no.- me dijo mientras le pasaba la tijera al mozambicano.
  • ¡Ah! pues si que sabe!.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Mozambique 6/07/2013

Salimos para el mato.
Nos levantamos temprano y llueve. Hay goteras en el techo, la rehabilitación que se está haciendo de la casa, tiene fallos. Ana nos pide, a Victorino y a mi, que averigüemos donde está la gotera. Aunque la vemos desde el interior de la casa, Vitorino me pide que salgamos a la cubierta. Salimos, cierra la puerta y me dice: “Tranquilo, tranquilo, paciencia, muchos antes que tú se han ido, solo hay que tener calma". Vitorino es un buen hombre, sencillo, servicial y aterrorizado. Ahora que hemos vuelto, no sabe que le espera la culpa de haber desaparecido dos motosierras que estaban a 350 Km de esta casa. ¿Para que puede querer Victorino las motosierras?¿para cortarse las uñas de los pies?. Pues ella está “certa” de que quien las ha robado es Victorino.
Mientras preparamos las cosas para llevarnos, Ana me pregunta:
  • ¿Crees que soy una esclavista, como asegura mi hijo?
  • No Ana, eres severa y estricta pero tanto como esclavista no (miento como un bellaco; pero no quiero follones de buena mañana)
Victorino recapacita de lo que me ha dicho en la azotea y esperando un momento en que estamos solos, me pide que no diga nada a la señora de lo que hemos hablado
  • Si ella pregunta tu dices que solo hablamos de trabajo – y añade – somos hombres y tenemos que apoyarnos.
  • No te preocupes Victorino.
Salimos para el Mato; pero antes tenemos que recoger al Sr Pita, un anciano mozambiqueño que sabe reparar motosierras, y a un chino que viene a medir los troncos que Ana tiene cortados para valorarlos y comprarlos.
Ana llama al Sr Pita y le pide que salga a  la carretera que lo recoge allí. Yo doy por supuesto que sabe donde vive y que solo tiene que recogerlo en la carretera que pasa por su casa. Pues no es así: que da en la carretera pero en ningún punto concreto. Esa carretera tiene unos 5 Km. con casitas a ambos lados y una fila interminable de africanos que circulan por ambos lados. Ya podéis imaginar lo que supone recorrer esa carretera tratando de encontrar a un africano que solo he visto una sola vez en mi vida. Una aguja en un pajar.
Pasa un Km y sin verlo. Ana se pone nerviosa. El chino llama desesperado porque han quedado a las 10 y ya son las 12. Ana se desespera porque no encontramos al Sr Pita y, como conduce y no puede apartar la vista de la carretera, me pide que coja su teléfono, busque el número del Sr Pita y lo llame.

Le digo que teníamos que haberle citado en la puerta del cementerio hindú que es un punto concreto. Como no conozco el teléfono de Ana no doy con el número que buscamos. Ana empieza a llamarme inútil; pero ella que mira a la carretera no lo ve y eso que le conoce bien. Yo con la vista en el teléfono, y el rabillo del ojo en la carretera, lo veo y le digo que pare. Se calma. Y el Sr Pita sube a la parte de atrás (El vehículo de Ana en un Land Cruiser con una cabina para 2,5 pasajeros con el volante a la derecha, y una zona de carga detrás, donde suben los africanos y, por lo tanto, el anciano Pita.
Llegamos a aserradero del chino que como es tarde nos invita a comer. Naturalmente, el Sr Pita se queda vigilando el coche.

Terminada la comida, partimos para la concesión.
Ana es una conductora muy competitiva y agresiva. No soporta a ningún vehículo delante de ella o que pretenda adelantarla, Por baches que haya, los salta (así tiene los faros; uno apunta al suelo y el otro al cielo).
  • Me enseñaron a conducir así cuando trabajé para una compañía alemana - me dice mientras vuela por encima de uno de los baches - En el examen de conducir me suspendieron varias veces porque el profesor me tenía envidia.
Durante el camino la desolación es absoluta. 350 Km de bosque arrasado. La primera zona que se le puede llamar boscosa es la de Euromoz; aún así, la fauna es inexistente. Los guerrilleros acabaron con el 90% de ella durante la guerra y la población local y los madereros se come lo que queda. Todo está cubierto de trampas y se utiliza el fuego para sacar lo que esté escondido. Muchos menos pájaros que en España (y comparado con Senegal, ni te cuento) 2 ardillas y hoy he visto un babuino canoso en una zona quemada ¡Ah! y un conejo, pero eso lo contaré en otro momento). Muchos perros, cabras y gallinas y algún que otro gato. Nada más.
Su concesión es la base de la RENAMO (Resistencia Nacional Mozambiqueña) opositora armada de la FRELIMO (Frente de Liberación Mozambiqueño) partido que está en el poder desde la guerra y cuyo presidente es un genocida. Hoy hay cierto movimiento de tropas por la carretera pero solo es una demostración de fuerza por ambas partes para forzar negociaciones. No hay de lo que preocuparse ya que, al parecer, la facción que está en los bosques de Ana son más democráticos que los que están en el poder (al menos eso dice Ana).

Paramos a comer en Gorongosa. Antes pasamos por el mercado del pueblo; es el primer lugar donde veo un puesto de ratas (foto). Compramos un montón de patatas, tomates y algunas cebollas. La comida aquí no es barata. Las patatas o los tomates cuestan unos 40 meticales por Kilo (un euro/Kg), y la ropa y los artículos de lujo, como son de importación, más caros que en España. No se como pueden vivir con un sueldo que oscila entre los 100 y los 200 euros al mes, Miseria en cantidades enormes.
Comemos en la “Casa Azul” (que está pintada de verde) un bocadillo de ternera y una Cocacola (en la foto el Land Cruiser de Ana aparcado en la Casa Azul). Le llevo lo mismo al Sr Pita que se ha quedado en la trasera del coche. Ana me encarga que le diga que se lo coma fuera para no mancharle de migas la zona de carga de su vehículo. No le hago ni puto caso; en cima que el pobre hombre tiene que comer de mala manera mientras que los bancos comen en el restaurante, tiene que hacerlo de pié en la calle y vigilando el coche.
Cuando entramos en la concesión de Euromoz, paramos en su primera base en Nhapapuza, es de noche y mientras hablamos con el guarda, el Sr Pita aprovecha para ir a orinar. No ha podido en todo el viaje. Ana lo confunde con un intruso y va tras él llamándole la atención por entrar en propiedad privada.
Paramos en el Campamento de Dampa, para saludar a los trabajadores. Allí todo el mundo está 24 horas en el puesto de trabajo, se come y se duerme allí, y cada dos fines de semana se van a ver a su familia; por un sueldo de 100 ó 200 euros al mes.

Uno de los trabajadores le pide la llave del cuarto de las herramientas, se la da y me pide que tome nota de las herramientas que coge para que las devuelva antes de irnos.
  •  ¿Y vas a dejarle el cuarto de las herramientas cerrado hasta que volvamos a venir?. ¿Como pueden trabajar sin herramientas?
  • Es que me las roban.
  • ¿Y no puedes poner a alguien de responsable de ellas?. Y aunque te la roben ¿te compensa tener a la gente toda la semana mano sobre mano a la espera de que vengas para que le des las herramientas?
Me dejó sin respuesta. Si fuese herramienta valiosa lo entendería pero hablamos de destornilladores que no los venden ni en las tiendas de segunda mano en España.
 
En todos los puestos que paramos preguntamos como está la situación; es importante, pues si la cosa se pone fea entre gobierno y oposición, hay que salir pitando.
Paramos en la zona de corte para ver como va el trabajo y hacemos escala final en el campamento principal (que no recuerdo como se llama) para dormir. Esta formado por varias casas a medio rehabilitar y 5 tiendas de campaña tipo militar con dos camas plegables cada una.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Mozambique 5/07/2013

Hoy me he levantado dispuesto a pasar de todo. La bruja lo mismo puede levantarse más tranquila y arrepentida de su comportamiento de ayer, lo mismo se encasilla en ser la poseedora de la verdad y la razón y me sigue dando por saco. Si es así, corto por lo sano y me largo.

Empieza la reunión de primera hora. Ana, Victorino, Amado y yo. Se habla de cargar en un camión 1000 Kg de combustible y Ana pregunta cuanta carga puede cargar el camión. Nadie lo sabe. Victorino dice que lo pone el camión. Amado y Ana van a verlo. Yo voy a ir también pero Victorino me pide que me quede.

Aterrorizado quiere contrastar sus notas con las mías por si se equivoca comprando el combustible y le cae la del pulpo. Los dos tenemos los mismos datos.

Vuelve Ana y me pregunta cuanta carga es capaz de transportar el camión (lo hace porque yo no he ido a verlo). Respondo que no lo se. (No podía decirle que no he ido por ayudar a Victorino). Desafiante me vuelve a echar en cara mi incompetencia y me pregunta que hacemos.
  • Me largo – le respondo yo.
  •  ¡Eres un cobarde!, te vas al primer inconveniente que te encuentras en vez de plantarle cara. ¿Y que pasa con la inversión que he hecho con el viaje.
  • No te preocupes que te devolveré hasta el último céntimo.
  • Y yo no lo acepto, porque no es eso.
A todo esto, Victorino y Amado (el supuesto espía del Gobierno) salen discretamente.
  • Si lo que buscas es que te suplique, no lo voy a hacer – me dice.
  • No, yo no quiero que me supliques, es simplemente que no valgo para esto. Yo si fuese tú me despediría inmediatamente. Yo no podría trabajar con alguien que no se aprovecha de que estoy durmiendo la siesta para conectarse a Internet a chatear con la familia.
  • Bueno, ve a Victorino, pídele el teléfono del mecánico de motosierras y subimos a arriba a hablar.
Salgo, le pido a Victorino ese teléfono y mientras me lo da, el buen hombre, que habrá visto desfilar un montón de europeos huyendo de esa casa antes que yo, me dice. “Paciencia, paciencia, aguanta”
  • Es muy dura doña Ana – le digo yo por no decirle que es una cabrona del quince.
Subo a sus salita privada y empezamos a hablar un buen rato. Le digo que yo he ido a Mozambique a trabajar en la madera, no a hacer un programa de cámara oculta donde se me ponen continuas zancadillas, a ver como reacciono. Eso ha creado en mi una inseguridad que nunca he tenido. Cada vez que me hace una pregunta o de deja una puerta abierta se que es una prueba, una trampa que debo superar; cuando la supero, alivio; pero cuando no, una bronca de horas. Yo no he venido para esto.

Ella admite que es cierto, que le gusta hacer pruebas, que le puso muchas a su sobrina Virginia; pero que tiene que hacerlas para saber como reaccionamos.

  • Pues esa situación me está llevando en solo 4 días a un stress insoportable a una inseguridad terrible y a un convencimiento de que todo lo hago mal y si por no coger un puto Internet que no afecta en nada a la empresa, se me monta un bronca de tres horas.
Dije bronca a propósito, porque ella presume de no abroncar a nadie ya que “es muy respetuosa y lo de abroncar es de jefes tiranos y no de colegas”

Ella suaviza el tono y argumenta que poner a pruebas es necesario pero que no pretende crear un responsable inseguro, que no cree que sea un monstruo por muchos colaboradores que la hayan dejado tirada, como yo lo voy a hacer.
  • En una ocasión una chica se fue el mismo día que vino. ¡Y eso que se pagó ella el viaje!. Sería al ver el guardia de seguridad que tenemos – dijo.
Seguimos la conversación en tono más calmado y llegamos al acuerdo de, yo no ser tan “exageradamente respetuosos” y ella trataría de no apretar para que recupere la confianza en mi mismo.

Dejamos la fiesta en paz y nos fuimos a continuar el trabajo. Teníamos que comprar muchas cosa, porque mañana nos vamos a pasar 4 días en el “mato” (el bosque)
  • Seguro que aquello te va a encantar, Paco. Aunque es posible que nos pille la lluvia.
Durante todo el día estuvo “simpatiquísima”; aunque a veces se le veía con intenciones de volver a armarla; pero, recordando la conversación de ayer, se frenaba.

No se cuanto tiempo se va a frenar; pero yo lo tengo claro. Me largo.

Durante el día soltó algunas perlas que la definen:
  • Divorciada poco tiempo después de casarse (no me extraña; con ese carácter);
  • su hijo la culpa de maltratar a los africanos, “Y no es verdad” (dice); ha tenido enfrentamientos con él y, por ello, que no quiere ayudarla en este negocio.
  • Su madre no le dirige la palabra.
  • Está excluida socialmente “porque no quieren relacionarse con quien, como ella, se enfrenta al Gobierno”.
  • Y quiere que le ayude a buscar novio (para eso no me necesita a mi, necesita un psiquiatra).
Me a comprado "la WIFI" y ya la estoy usando. Pero no podré hacerlo los próximos 4 días porque nos vamos al “mato”.