domingo, 20 de marzo de 2011

TRABAJANDO EN NUESTRA EXTINCIÓN

Sigue el oscurantismo afirmativo. Sigue la manipulación informativa.

Si la lucha por parar el desastre nuclear es grande, mucho más grande está siendo la lucha contra el descrédito de la energía nuclear. Parece como si los pronucleares se hubiesen puesto de acuerdo en dar por perdida la central de Fukushima para concentrar todo su esfuerzo en salvar la imagen que esta energía está dando en el mundo.

El mensaje ahora es decir que la contaminación, gracias al viento, se está yendo hacia el Océano Pacífico alejándose de las zonas habitadas (como si no hubiesen habitantes en las islas de ese océano). Pero, si la contaminación radioactiva llega al mar ¿cuales pueden ser las consecuencias?. Esta es la pregunta que nadie aborda.

Durante una reacción nuclear, ya sea en una bomba o en una central, los núcleos del átomo, formados por neutrones y protones (en el caso del uranio 235, 92 protones y 143 neutrones que los mantienen unidos aunque sus cargas positivas tiendan a separarlos) se fisionan (se rompen) liberando una gran cantidad de energía (nuclear; o sea, procedente del núcleo del átomo) que puede alcanzar el millón de grados y, por lo tanto, imposible en almacenar en vasija de seguridad alguna ya que la funde. De ahí la importancia de enfriar los reactores con enormes cantidades de agua que tras pasar por el reactor acaban en el océano.

  • Cuando se rompe esos núcleos atómicos, además de liberarse energía se liberan una serie de partículas:
    Las partículas alfa, formadas por dos protones y dos neutrones, son fáciles de detener incluso por una hoja de papel.

  • Las partículas beta, formada por una carga negativa, puede ser detenida por una delgada lámina de metal.

  • Los rayos gamma y los neutrones, sin carga eléctrica, puede viajar largas distancias, ocasionando alteraciones en su camino. Incluso puede penetrar más de un metro en el hormigón.

Desalojando un electrón de un átomo, este se transforma en un ión: de esta forma, las emisiones desde los núcleos son “radiaciones ionizantes”. Cuando las radiaciones ionizantes pasan a través de un material, provoca cambios en su estructura, dependiendo de la energía que libere la radiación. La unidad básica de exposición a la radiación es el roentgen.

Los efectos de la radiación ionizante es especialmente importante si atraviesa la materia viva dada su delicada configuración molecular.

La unidad más común para medir los efectos de la radiación en la materia viva es la “dosis de radiación absorbida “ o “ram”.

Se estima que una dosis de unos 400 rams puede matar a la mitad de los humanos expuestos a ellas; y dosis mucho más pequeñas producen leucemia y otros tipos de cáncer. Además, si estas radiaciones afectan a las células reproductoras que contienen información hereditaria pueden producir mutaciones en la descendencia. Incluso un simple rayo gamma puede trastocar un gen y producir efectos indeseables durante la formación de un niño.

Está claro que una dosis masiva de radiación puede acabar rápidamente a un organismo vivo; pero también una simple partícula (alfa, beta, gamma o neutrón) puede dañar aunque sus efectos tarden en manifestarse años o incluso décadas.

Cuando la radioactividad llega al agua, parte de ella se deposita en el lecho y parte es absorbida por plantas y animales; de estos van pasando a sus depredadores siguiendo la cadena alimenticia y acumulandose según va ascendiendo por esta, a lo largo de la vida media del isótopo radiactivo, que suele durar miles de años. Teniendo en cuenta que más tarde o más temprano el hombre va a estar al final de la cadena, es este el que corre más riesgo; y este riesgo aumenta en las sucesivas generaciones. Así pues, podemos dejar de herencia a nuestros hijos un mundo diseminado y enriquecido de isótopos radiactivos que, sin duda afectarán a su salud.

Si seguimos esparciendo radioactividad a través de nuestras bombas, nuestras pruebas atómicas, nuestros escapes de las centrales nucleares y las toneladas de residuos, ¿podríamos llegar a quedarnos sin descendencia?, ¿podríamos auto-extinguirnos y con ello hacer desaparecer en el olvido cósmico miles de años de cultura y civilización?. No lo sé; pero nuestra generación, consciente o inconscientemente, está contribuyendo a ello de forma activa.

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