En estos días estoy observando un acercamiento de los
partidos de izquierda al ecologismo. A mí, como persona de izquierda, me parece
bien; salvo que se nota el “sandiismo”; o sea, el ser verde por fuera y rojo de
corazón. De este, “disfrazarse de verde” tampoco escapan las derechas: estamos
cansado de oír, lo “ecologistas” que son los taurinos, los cazadores o las
eléctricas. Pero es cierto que el ecologismo político lo quiere acaparar la
izquierda; y veo en ello, ciertas discrepancias.
Por ejemplo. En teoría; y repito; en teoría, las ideas de
izquierda surgen de abajo a arriba; desde los barrios al estado; sin embargo
los ecologistas seguimos el principio: “Piensa globalmente, y actúa
localmente”; o sea, hay que estudiar y conocer los problemas a nivel
planetario, para después aplicarlos localmente; sobre todo porque los grandes
problemas medioambientales afectan a todo el planeta. No se trata de un
problema laboral que se puede abordar país por país; o de educación o cultura,
que se puede abordar, independientemente en cada comunidad autónoma; el cambio
climático, la pérdida de biodiversidad, el agotamiento de los recursos, la
desaparición de los ecosistemas naturales, los residuos de todo tipo que lo
invaden todo… requieren equipos de trabajo lo más nacional o internacional
posible, que lo estudien globalmente; para que luego aplicar las conclusiones,
localmente. Las izquierdas no lo hacen así, por desconocimiento, por costumbre
o por motivos electorales.
Ya sé, que el Cambio Climático, necesita poco debate;
después de 30 años en la opinión pública… ¿pero el resto?
El 3 de junio pasado (2021), asistí a una charla que
organizó Podemos, en su sede de Alicante, sobre los Objetivos de Desarrollo
Sostenible y la Agenda 20-30.
En mi intervención cuestioné la viabilidad de dicha agenda;
pues parece que no es consciente de su imposible aplicación a un planeta con
7.700 millones de personas.
La neurocientífica británica Tali Sharot, en un artículo
publicado recientemente exponía, que el cerebro humano es el producto de la
evolución natural en base a una selección sobre datos tangibles; no está
preparado para “digerir” los grandes números que se utilizan en la actualidad.
Así, pensamos que se puede aplicar unos Objetivos de Desarrollo Sostenible a un
planeta con 7.700 millones de personas, como si se tratase de un barrio.

Y es que tratar de imaginar a 7.700 millones de personas, en
una pradera, es absolutamente imposible; y mucho menos, los recursos que
necesitan y los residuos que generan. Para hacernos una idea de lo que significan
7.700.000.000 de personas, imaginemos que queremos acabar con la humanidad, por
la vía rápida; tirando una bomba atómica todos los días. Si lo hiciéramos,
¿Cuánto tiempo tardaríamos en acabar con la humanidad? Se trata de una fácil
división entre las 7.700 millones de personas y las 100.000, que puede matar
una bomba. El resultado es que se tardarían 211¡AÑOS!
O sea que nos tendríamos que dedicar a tirar
bombas atómicas, yo, mi hijo, mi nieto, mi bisnieto, mi tataranieto, mi
tátara-tataranieto, mi tátara-tatara-tataranieto y mi tátara-tatara-tatara-tataranieto;
ocho generaciones tirando bombas atómicas todos los días, incluso en Navidad; ¡toda
la historia de los Estados Unidos tirando bombas!
Con la situación de desigualdad social que hay en la
actualidad, se requiere un planeta y medio para satisfacer las necesidades
humanas. Para cumplir la Agenda 20-30 ¿Cuántos planetas necesitaríamos? ¡Y en
nueve años!
Y claro que quiero acabar con la pobreza en el mundo, y el
hambre cero y la sanidad universal, y eliminar desigualdades y todo lo que
quiere alcanzar esa Agenda; ¡PERO ES QUE EL PLANETA NO PUEDE! ¿Se cree la
izquierda, que este planeta tiene recursos infinitos? NO SE PUEDE.
Pero eso no es lo peor; la tasa de crecimiento poblacional
de este planeta es de 300.000 personas al día (nacen 500.000, mueren 200.000).
Es decir; sería necesario tirar 3 bombas atómicas diarias, para que dejase de
crecer la población; para que se quede todo como está. Atender las necesidades 300.000
personas más, cada día, ¿cómo se hace?
Esto lo dije en la sede de Podemos Alicante, el 3 de junio y
estoy escribiendo estas líneas, el 3 de julio. Han pasado un mes, el planeta
tiene 9.000.000 personas más y los Objetivos de Desarrollo Sostenible no se han
movido un milímetro (dejo al lector que calcule cuanto ha crecido la población
en el momento que lee esta líneas). La velocidad con que se deteriora el
planeta, comparado con la velocidad de las soluciones, es la carrera de un
cohete contra un caracol. Nos avocamos a un desastre de dimensiones
desconocidas. Vamos a dejar a nuestros hijos un estercolero, un planeta
inhabitable. Hemos destrozado el futuro de nuestros descendientes.
Hace unos años, la Directora de la Fundación Biodiversidad
decía, en una conferencia, que todos los problemas ecológicos del mundo se
reducen a tres: El modelo productivo, la visión cortoplacista de los políticos
y la separación del hombre de la Naturaleza.
Nuestro modelo productivo está basado en la creencia de que
este planeta tiene recursos infinitos y que puede absorber todos los impactos
que la humanidad le pueda provocar. Y aunque la izquierda culpa de este modelo
a la derecha; la izquierda comete el mismo error; como he demostrado más
arriba.
La visión cortoplacista de los políticos. El interés por tener
buenos resultados, en las próximas elecciones, les hacen preocuparse, tan solo
por aquellos problemas locales que puedan aumentar el número de votos. Muy
distinto al enfoque ecologista y, sobre todo, el de los científicos. En 1896 el
científico sueco Svante Arrhenius ya advertía de las consecuencias que para el
clima tendría la emisión de CO2 a la atmosfera; ahora empezamos a notar esas
consecuencias. Hace diez años, Stephen Emmott, Catedrático y Director de
Computación Científica de Microsoft Research Cambrige, organizó un laboratorio con
numerosos especialistas, para analizar las consecuencias que podía tener la
vida en nuestro planeta, el día que la población mundial alcance los 10.000
millones. El resultado es devastador: el 70% de la vida en la Tierra podría
desaparecer, para el 2080; incluida la humana, naturalmente.
Es muy curioso que, hace 2000 años, en Grecia, Roma o China
se consultase a astrólogos, oráculos, profetisas o pitonisas para conocer el
futuro y tomar medidas, y ahora que tenemos científicos con más y mejores datos
para conocer lo que nos viene, no les hacemos el menor caso.
Por último, el tercer factor: la idea de que el hombre NO
pertenece a la naturaleza, sino que está sobre ella y no la necesita. Nuestra
cultura y tradición judeo-cristiana, apoyada por nuestros éxitos tecnológicos,
que se nos han subido a la cabeza, nos siguen haciendo pensar que el hombre es
el centro del Universo (antropocentrismo). Y en eso caen hasta los grupos
ecologistas más radicales, que siguen pensando que ayudar al medio ambiente es
ayudar a la agricultura y la ganadería; que piensan que la mejor forma de
combatir los incendios forestales, pasan por recuperar el pastoreo. Olvidan que
la agricultura es, desde hace 11.000 años, la principal responsable de la
deforestación; que hoy día continúa en la Amazonía o en Indonesia con el aceite
de palma. Olvidan que la agricultura agota los nutrientes de la tierra y los
acuíferos; además de contaminarlos con nitratos, fosfatos, pesticidas,
plaguicidas, herbicidas, etc; es la principal culpable de la pérdida de
biodiversidad por culpa se esos mismos biocidas y hasta por la caza directa de
fauna; también es la principal causa de los incendios forestales.
Los políticos son los principales antropocentristas. Es
normal: los animales no votan.
Ya sé que todo ese destrozo es para alimentar a 7.700
millones de personas (el 36% de los mamíferos del planeta) y para alimentar a
los animales de granja que representan el 60% de los mamíferos del planeta;
dejando solo un mísero 4% de mamíferos salvajes. De ahí la gravedad de alcanzar
los 10.000 millones.
Por si no ha quedado claro, yo no estoy en contra de la agricultura;
lo que digo es que; a la hora de llenar la “España vaciada” y los campos
abandonados, debemos priorizar el recuperar una diversidad biológica de la que
escaseamos, antes que recuperar una agricultura que nos sobra. No tiene sentido
deforestar, agotar los nutrientes de la tierra, agotar los acuíferos y destruir
la biodiversidad, para luego dejar la cosecha sin recoger, porque no es
rentable.
Hay que defender toda vida planetaria a igualdad de
condiciones que la vida humana; porque destruirla es cavar un pozo bajo
nuestros pies; si fuese posible la vida humana sin biodiversidad, habría
humanos en la Luna. No hay más que recordar casos como el de los gorriones de
Mao, el nitrato de Chile y tantos otros desastres derivados de anteponer la
vida humana sobre lo que nos sustenta.
En resumidas cuentas: “Pensar globalmente y actuar
localmente”, organizarse lo más global posible y actuar en nuestro entorno
cercano. Y hacerlo ¡YA!.